El tiempo en dos mundos

“Tell me, what is it you plan to do with your one wild and precious life?”. Mary Oliver
“A ver si alguna vez nos agrupamos realmente todos y nos ponemos firmes como gallinas que defienden sus pollos”. Nicanor Parra
“The law represents a part of the people’s will but … the people’s will is moved by beauty”. Sarah Lewis

Cuatro meses en nuestras vidas, y en las vidas de nuestros hijos e hijas. Cuatro meses en la clase gobernante chilena.

La brecha que separa los mismos cuatro meses de inicio de un año. Cuánto han crecido nuestr@s niñ@s, ¿cuánto, nuestro país?

Remontémonos apenas a los meses del verano en el hemisferio sur: ¿cuántos chiquitos se largaron a caminar?, ¿qué palabras nuevas aprendieron o qué conversaciones increíbles sostuvimos?, ¿qué libros leyeron/leímos juntxs?, ¿cuánt@s que no se atrevían, aprendieron a nadar o a mirar bajo el agua?, ¿y entre los adolescentes: quién besó por primera vez, quién salió a pasear con sus amig@s hasta algo más tarde de la puesta de sol?, ¿cuántos se preguntaron por su futuro, justo antes de comenzar un 4to, o un 3º y hasta un 2º medio?

Muy recientemente, en algún lugar de California, se descubrieron 30 nuevas especies de moscas (no es mi insecto favorito, en realidad casi ninguno lo es, excepto las mariposas) y cada año se descubren especies nuevas bajo el mar, en la tierra, por doquier.

Más cerca nuestro en Costa Rica, se da la bienvenida a una especie de ranitas llamadas “de cristal” (por su transparencia, ver artículo y video).

Meses antes, en enero, las noticias hablaban de un profesor de filosofía en MIT quien habría desarrollado una nueva teoría del tiempo: una donde no sólo el espacio-tiempo del pasado-presente-futuro coexistían, sino donde al momento del bigbang se habrían originado dos universos, uno espejo del otro, moviéndose en direcciones opuestas, pero con las mismas leyes físicas. Quizás lo explico pésimo, pero prometo es cautivante.

¿Y nuestra clase gobernante, en qué universo habita: qué respiran y proponen, qué conversaciones interesantes abren en diálogo con sus ciudadanos, qué sueñan si es que recuerdan qué sentido tenía la visión de un país bueno y la premura por alcanzar el mayor bienestar de todos?

Alucinamos en un mundo donde cada semana pueden ocurrir descubrimientos y compartirse ideas que nos dejan mirando ni siquiera hacia el espacio, sino a un punto inclusive doméstico, donde nos sentimos casi capaces de levitar. Y aunque muchos sólo podamos dimensionar o entender una mínima parte de lo que las ciencias nos muestran, la limitación no resta placer a la sensación de estar inmersos en un misterio gigantesco, infinito sobre infinito sobre infinito de posibilidades y vericuetos donde encontrar la vida en sus más distintas versiones de esplendor o desafío.

En esos mismos meses de enero a la fecha, el recuerdo agrio de las noticias que no se detienen, ni esas palabras odiosas  como “boletas” (qué manera de escuchar “boletas” y a diario, pff) o corrupción.

En estos mismos meses, ¿qué aprendieron nuestros niños y niñas, qué historias cuentan?

La mía más chiquita, aprendió a leer y escribir –fue la última de su grupo de compañeros, en Chile como en EEUU – y muchos apoderados nos miraron con cierto reproche por no poner mayor presión. Pero ella necesitaba tiempo y también, garantías de que continuaríamos leyéndole sus cuentos favoritos (argumento con el cual defendió largamente su digna opción por el analfabetismo).

Esta noche de domingo, perdió un diente mientras dormía, y llegó a contarme a las 2am. No logró descansar (de pura alegría) hasta las 4. En mi desvelo, me quedé pensando en nuestra conversación y los recuerdos que hizo de sus dientes ya caídos (en 2013 y 2014) y toda una historia sobre el hada y un bosque lleno de dientes de leche que juegan como niños, gozosos, sin echar de menos a sus hermanos dejados en la boca donde nacieron.

Recorrimos en menos de dos horas de madrugada (bien invertidas, aunque mañana lunes agonicemos), este primer tramo del año y podría, en mi chochera, llenar un cuaderno con historias. Si preguntara a otros papás y mamás sobre qué recuerdan de este primer trimestre, seguramente también tendrían cientos de relatos sobre experiencias nuevas (hermosas y también difíciles) para sus hij@s de distintas edades.

Luego pensé en niños que no cuentan con familias, o duermen, mientras escribo, en hogares de protección, o bien, en sus propios hogares pero igualmente necesitados de protección. Cuatro meses que pueden hacer toda la diferencia entre ser abusado una vez más, o en recobrar alguna semblanza de niñez. Fue ahí que recordé al profesor de filosofía del cual leí en enero, y me fui a buscar la noticia (leer, inglés) de los dos universos.

Acaso la analogía ni siquiera venga a lugar, pero mi sensación fue inevitablemente de doble existencia, tiempos destemplados, enemigos: por un lado, un continuo donde nuestros niños continúan transitando etapas y creciendo hacia los hombres y mujeres que serán; sin detenerse sus vidas.

En otro mundo, un grupo considerable de adultos dilapidando el tiempo de la nación y el de nuestros hijos e hijas, viviendo como si no hubiese presente o futuro más allá de sus narices y corrupciones, y de las excusas o mentiras con que intentan encubrir lo que ya está a la vista de todos.

Junto al “sálvese quien pueda”, ahora debemos atestiguar, más encima, esfuerzos torpes (patéticos) y hasta amenazas con tal de no ceder control, mientras intentan reorganizarse (para que nada cambie)  y maquillar -no sanar, como es preciso- la herida que han infligido. Una herida que es colectiva, y también personal.

Yo, aunque trate de modular la frustración, sé que la herida la siento, como muchos de mi generación, porque compromete el presente y futuro de nuestros hijos, sus vidas, su educación, el poder beneficiarse, tod@ niñ@ sin excepción, de oportunidades incomparables en un nuevo siglo y milenio (¿se habrá dado cuenta la clase mandataria de todo lo fascinante que entraña esta era?), si la nueva generación fuera una prioridad.

Un poema de amor inolvidable, repetía un verso sobre el tiempo suspendido (“time was away and somewhere else”), la gratitud a un dios o el bien (“God or whatever means the good”), por hacernos sentir que el tiempo puede detenerse, los relojes, los mercados, las guerras, el viento en el desierto, todo sin aliento por un instante, frente a la belleza del amor.

Era un poema para dos el de MacNeice, pero alcanza para muchos otros amores. Y asimismo su tiempo detenido: para agradecer las vidas de nuestr@s hij@s, en cada hogar, cada paisaje de este país, cada comunidad. Es un tiempo detenido cargado de esperanza, de afecto.  Otros tiempos paralizados son sólo irresponsables, o hasta crueles.

Es fines de abril y continuamos –perdón la insistencia, pero es de no creerlo- sin proyecto ley, o un draft de proyecto de protección integral para la infancia. Y que nos digan que posiblemente el 21 de mayo se anunciaría algún avance, no es suficiente mientras en múltiples esferas poco cambia significativamente para la niñez.

Mientras tanto, la más reciente encuesta Casen informa sobre un 20% de niños y niñas viviendo en la pobreza  (ver nota), de los cuales, los más vulnerables pertenecen al grupo de 0 a 3 años. Nada muy distinto de lo informado por el Observatorio de la niñez y adolescencia, 3 años atras. Hasta cuándo: hasta que ellos quieran, o nosotros nos rebelemos de una buena vez.

Atestiguamos una danza de millones entre empresarios, políticos, y una hipoteca transversal de almas al diablo, desde la derecha a la izquierda. No sé si estas personas no tienen niños, o no les importa, o desborda la soberbia de asumir que sus hijos jamás jamás sufrirán, ni carecerán de oportunidades como los hijos de otras personas.

Y siempre ha sido doloroso, pero hoy es aún más imperdonable hablar de pobreza y desprotección de la infancia, a la luz de todo lo que sabemos y nos causa desconfianza.

El 2014, la Pdta y el Consejo de la Infancia prometieron varias veces que “en unas semanas”, “a fines de equis mes” (siempre 2014) se contaría con el proyecto. Este año, el recién asumido Pdte del Senado, Patricio Walker, se comprometió a que el 2015 será el año de la LEY  (no del borrador ni la encuesta online) y del Defensor del Niño. No olvidemos estos compromisos.

En serio, no podemos continuar en esta amnesia que es autodestructiva y que luego nos ahoga de impotencia, en gran parte, por nuestra propia responsabilidad en permitirnos omisiones y distracciones como ciudadanos.

Junto a la desmemoria, asimismo vale la pena poner atención en entusiasmos con puntos neblinosos o ciegos -y me lo repito a mí misma, frecuentemente.  Hemos valorado cada triunfo y gesto cívico que ennoblece a la bancada joven del Congreso. Pero un tema me elude en sus voces ya por demasiado tiempo: la infancia. 
 
En lo personal, he esperado con serenidad para observar si los diputados y diputadas más jóvenes respondían a pedidos de apoyo (y se los hemos hecho, más de una vez) o si por iniciativa propia -mejor aún, y más cuando ellos son la nueva generación-, realizaban un gesto concreto que priorizara la infancia en la agenda legislativa, o insistían en el llamado de consciencia categórico por el cuidado de niños, niñas y adolescentes chilenxs, con la misma fuerza y tenacidad con que han abrazado otras causas. Hasta ahora, seguimos esperando.  
 
El trabajo y la lucha por los derechos de l@s niñ@s no es una responsabilidad solamente de organizaciones y activistas dedicados al tema: es de todos, y ello incluye a todos los legisladores.

Y garantizar el interés superior y de la protección integral de la infancia, es la superficie mínima, esencial (y largamente adeudada) desde la cual desplegar la convivencia con los ciudadanos niños. Repito: una superficie mínima.

Ya hace mucho debimos comenzar -desde un Estado garante de los DD de sus niños- a movernos en otras direcciones: de las artes, la cultura, las ciencias, la educación inclusiva y expansiva,  el cómo todo niño y niña sin excepción puede llegar a soñarse a sí mism@ en este país (y el mundo),y desde qué proyectos de vida.

El agua es todavía musgosa. No es el agua que necesitamos. Y van 25 años.

Miramos hacia otros países que ahondan en el cuidado colectivo de la infancia, o reformulan la manera de aprender y de hacer a los niños protagonistas en su proceso (como está haciendo Finlandia, al cual tanto se toma como estándar). Varios gobiernos se empeñan en alentar talentos infantiles y juveniles (y también los empresarios, existan o no reconocimientos o beneficios tributarios por apostarse a iniciativas que promuevan el desarrollo de la infancia).

En otras latitudes, el tiempo es uno, y no doble o en direcciones opuestas, como parece ser en Chile estos últimos meses.

Si nuestra clase política, empresarial, quiere continuar en su universo estancado, es su prerrogativa, más allá de cualquier opinión nuestra, o de cualquier reproche y juicio de valor (o  procesos en la justicia). Pero por favor establezcamos el límite para que no se sientan con derecho a continuar malgastando como ludópatas, nuestro tiempo y el de nuestros hijos. 

Cuando la niebla se disipe, cuando nuestro estupor nos permita extender brazos y piernas y descansar del desencanto para luego correr (o volar), esperemos que surjan y se apoyen liderazgos nuevos, diversos, encariñados con la comunidad. Y que quienes han hecho mal uso y abusado de su poder, se hayan retirado, dimitido, o hayan sido desvinculados de sus cargos (y  quienes deben seguir gobernando, lo hagan con menos arrogancia y mayor cuidado).

Que otros tantos nos permitan un sano y reparador silencio de sus voces (que no dan ganas de continuar escuchando porque aunque queramos, no podemos creerles) y que quienes puedan, así sean pocos, se vuelquen en acciones de enmienda, restitución, y ojalá reencantamiento desde la voluntad franca de recordar y re-conectarse con todo aquello que nos exprimió felices la energía, a fines de los ochenta, con el horizonte de una democracia cercana.

Eso que soñamos juntos y juntas, si hay espacio-tiempos que efectivamente coexisten, bien podría estar aquí con nosotros todavía, hoy.

No quiero creer que hayamos perdido toda inocencia o la intención de hacer algo bueno y magnífico de este país que no es enorme (aunque su longitud complique nuestras comunicaciones y sensación cotidiana de proximidad) y que por lo mismo nos permite mayor ductilidad para toda clase de sueños y emprendimientos. Quizás, hasta acercar dos universos diferentes, con sus tiempos por ahora disociados, para hacerlos coincidir en uno solo. Un tiempo: que valore cada día,un mes, o cuatro. O un cuarto de siglo.

Hace poco este 2015, la neurobióloga Beatriz Luna (ver 2011, “Teenage brains”, National Geographic), ratificó la conclusión de que la adultez humana –y la madurez del cerebro que la avala- no se alcanza antes de los veinticinco años de edad (leer artículo). Justo lo que llevamos de democracia. Para nosotros adultos, no es poco tiempo. Para lxs niñxs, es mucho, mucho más.

Cuántas generaciones hemos abandonado ya por acción, omisión, silencios, desencantos, y votaciones no-reflexivas. No tenemos otro cuarto de siglo para dejar a su suerte.

El 11 de marzo recién pasado, podríamos pensarlo así, comenzaron otros veinticinco años, página buena para el lápiz de tod@s en esta historia. ¿Qué haremos con cada uno de estos próximos años, y con el actual? Es una pregunta fantástica y llena de amor. A pesar de todo lo feo y vulgar de este ciclo, se siente increíble poder vocalizarla, tocarla con esta sed, y vibrar enter@s con el deseo de hacerla nuestra, ahora sí del todo. Ahora sí.