Nuestros puntos ciegos

And we are so fragile, and our cracking bones, and we are just breakable, breakable, breakable girls and boys – Ingrid Michaelson

And if you’re still bleeding, you’re the lucky ones – Elena Tonra, Igor Haefeli

She holds the hand that holds her down. She will rise… above – Eddie Vedder

Apenas un día.

Primero, la difusión vía redes sociales de una obra de teatro (a estrenarse en Santiago, de Chile, hoy jueves 30 de Octubre). Su nombre: “Punto Ciego: una infancia invisible”, de la escritora y antropóloga española Iria Retuerto, adaptada y dirigida por la actriz chilena Claudia Pérez, dos mujeres grandes en sus creaciones y en su activismo antiguo en pos de la infancia. 

Unos minutos más tarde, me recomiendan como “excelente”, “buenísimo”, un video contra el sexismo que circula en las redes (FCKH8, o “las princesas groseras).

El fin de la discriminación es un esmero que nos reúne a muchos, hombres, mujeres (apenas la semana pasada escribía sobre juicios de género y pérdidas para los niños, ver #Yorespeto). Concurrimos, pensando en el presente y futuro de nuestras hijas e hijos, iguales en derechos y bienestares. El sueño y la vindicación son clarísimos. El video al cual me refiero no es así de nítido.

Es protagonizado por niñas cuyas edades podrían fluctuar entre los 6,7 y 10 años de edad, cuando mucho. Es cosa de observar sus rostros y corporalidades: no han cruzado a adolescentes aún.

Las pequeñas, excesivamente maquilladas, vestidas como princesas, y utilizando frecuentes garabatos en inglés (what the f..k, etc), entregaban un mensaje contra la discriminación de género, argumentando que lo verdaderamente sucio y ofensivo es la inequidad y la violencia.

El tono es estridente, yo lo sentí incluso banal. No sé de publicidad pero lo que vi en el video, estéticamente, o en la comunicación efectiva del mensaje, no es destacable. En términos de la ética del cuidado de la niñez, es lamentable a secas. En un momento, las pequeñas deben enfatizar la realidad de asaltos sexuales y violaciones –una de cada cinco niñas- preguntando ¿cuál de nosotras será?

En otro universo, hojas secas y polvo cediendo el paso a un colchón azul, de espuma, y de todo modos cuánto peso: su materia, su historia, las pérdidas que entre burbujas de esponja no amortiguan la vulneración.

Un cuerpo indefenso Su espectro. Miles. Ayer 29 de octubre, era la marcha de los colchones en campuses universitarios de EEUU y de algunas universidades europeas: Carry the weight together (aquí enlace a la organización). En las redes, #Carrythatweight. El movimiento fue comenzado por una sobreviviente cuyo violador (y de dos muchachas más) permanece impune. Por meses ya, la estudiante de artes visuales de la Universidad de Columbia, NYC, EmmaSulkowicz (ver aquí, incluye video donde ella explica su gesto, sept. 2014) ha arrastrado un colchón azul semejante al que atestiguó su violación (y característico en dorms universitarios de EEUU).

Ella ha querido apelar a la consciencia de todxs, en silencio –sin pedir ayuda, pero sí aceptándola de quien quiera sumarse en compartir la carga-, y hasta que se tomen medidas efectivas para combatir esta verdadera epidemia en colleges norteamericanos, de la que no se eximen otros países. 130 universidades y 10,000 estudiantes y ciudadan@s participaron ayer de #CarrythatWeight.

Lo que comenzó como un acto de protesta personal se ha convertido en una gesta de much@s. Un movimiento que exige justicia y que moviliza el cuidado mutuo, el compartir la responsabilidad y el apoyo a sobrevivientes de violencia sexual: infantil, doméstica, en calles y campuses, dondequiera y a quien quiera –mujeres y hombres- que la haya sufrido.

“Together”… ese acento que desacata silencios y estigmas, la vergüenza inmerecida que muchas veces sienten las víctimas de abusos y asaltos sexuales. JUNTOS. La comunidad en la reparación del trauma, en la resistencia, en los cambios que necesitan ser.

Por la noche, en una farmacia, justo vi el momento en que entrevistaban en televisión, al final de la jornada (ver), a sobrevivientes de violación en universidades: jóvenes mujeres y muchachos hablando con convicción, empatía y una dignidad arrolladora (la confianza en el derecho a usar sus voces), sobre la experiencia que vivieron.

Recordé a las niñitas del video de FCKH8, la pregunta ¿cuál de nosotras será? La crueldad jamás es banal. Ni por un microsegundo.

Pocas veces me enojo de forma excesiva (sí me indigno, pero la rabia es más difícil, aunque quizás es hora), pero si hubiese podido convertirme en átomo para entrar a la pantalla, al video de youtube, les habría dicho cosas terribles a las activistas adultas que concluían la propaganda pidiendo aportar a la defensa de nuestros derechos FUNdamentales (el “fun” porque hacen un juego de palabras con girls just want to have FUN…damental rights. ¿Recuerdan a Cindy Lauper?).

¿Cuántas niñas de 6, 8 años elegirían protestar contra el sexismo de esta forma, en un video, diciendo palabras gruesas, en ese tono iracundo, preguntándose si podrían ser violadas a futuro, conociendo el porcentaje exacto de inequidad salarial entre hombres y mujeres, usando ese vestuario en particular? ¿Conocerán siquiera la palabra “sexismo” o alguna cercana, que les haga pleno sentido? ¿O “asalto sexual”, rape, ese desuello en cámara lenta, muy lenta?

Podríamos preguntarnos, cuando esas niñas crezcan, qué pensarán sobre su participación en ese video, de qué manera habrán evolucionado sus miradas, sus relaciones, sus entusiasmos o descontentos.

Si han de ser activistas, ¿elegirán la misma forma, o una distinta, para defender una causa entrañable? ¿Será ésta -la no discriminación- su causa, o será otra, o no será ninguna en particular? Ojalá toda niña y niño tuviera tiempo suficiente y expansivo para la exploración, los discernimientos, sus decisiones. Suyas. El eje del cuidado sobre sus propias vidas, al crecer.

Algo está ausente. Algo se pierde en más de un punto ciego.

Utilizar a niñas pequeñas para una propaganda que por bientencionada que pretenda ser, sigue siendo propaganda (seguramente para “FCKH8, naughty princesses”, hubo un casting, firmas de contratos o autorizaciones de adultos para que las niñas participaran, ensayo de guiones, coaches), es a lo menos una contradicción y me atrevería a decir, una trasgresión que evoca la utilización de niñas y niños para campañas de modas, o para apelar a la caridad durante catástrofes naturales o humanas (sin importar los duelos y estrés post traumático que puedan estar atravesando los más pequeños). En estas situaciones escuchamos más pronto a las voces adultas y sus cuestionamientos. Por qué no ahora, entonces, con estas niñas. Por qué esta ausencia.

Orientarse desde otro lugar. Claro de voz, un grupo de adolescentes y la Declaración de las Niñas (The Girl Declaration, texto completo) con propuestas de 508 muchachas sobre las realidades donde sus vidas encuentran obstáculos, y peticiones al mundo adulto, pensando en la Agenda de desarrollo post 2015. Es un video sencillo, centrado en el derecho a una voz propia (ver aquí, sin subtítulos en español, pero se entiende bien el mensaje) y en las soluciones que se requieren hoy, pensando en 250 millones de niñas en la tierra. El material deja sentir cuidado, coherencia.

Resulta muy distinto y muy vitalizador, además, ver a jóvenes participantes de una iniciativa donde ejercieron consentimiento, donde aparecen tal cual ellas son y donde pueden expresar un mensaje con sus palabras y sin necesidad de agresiones.

Agresión no es igual a indignación. La indignación lleva otra energía, otro gobierno de la voluntad, otra dirección para resistir y transformar lo injusto.

Vuelvo al video de las niñitas vestidas de princesas, maquilladas. En cualquier otro escenario, estos mismos elementos habrían suscitado las objeciones y reclamos de activistas por los derechos de las mujeres y de la niñez. Ayer, era casi unánime la felicitación de la iniciativa. ¿Vimos el mismo video? La resonancia de un “punto ciego”.

A mayor velocidad, mayor riesgo de perder cosas de vista. Pausa, entonces. Para ver a la niñez. Para vernos.

Muchas veces en las redes se comparten cosas sin leer antes, sin revisar. Es todo tan rápido, tan inmediato. Se opina sobre un joven muerto en una explosión, sin esperar saber los resultados de la investigación, o sin detenerse a pensar en que –responsable o inocente (y era inocente)- detrás de ese joven había una mamá, un padre, personas que lo querían (y sabemos que hay amores que no son condicionados a la virtud o los errores de quienes amamos; sólo amamos, también ahí tenemos nuestros puntos ciegos, tan humanos).

Las cosas que se dicen en la prisa, las palabras que muerden, pasan por encima, dejan todo seco y ennegrecido como luego de un incendio. Cuánto podría evitarse con un poco de lentitud, apenas un poco. Sé que tampoco sobra el tiempo.

Ayer no hubo espera. El video iba viralizándose y más crecía mi resistencia luego de verlo varias veces. Compartí reparos y signos de interrogación con colegas que trabajan en niñez, expertos en género, y en publicidad. Buscaba respuestas. Buscaba poder, sinceramente, sentirme equivocada, exagerada.

La voz que va cuestionando internamente, “quizás he sobreprotegido a mi hija”, “quizás estoy mal, perdida”. Tropiezan y sin querer se hacen zancadillas la madre-la profesional-la mujer: eso debe ser. O tengo mi propio punto ciego: el abuso, estudiar ética del cuidado, la edad (¿una vieja inflexible, fundamentalista, poco moderna?) y así, decenas de argumentos más para poner la censura o el signo incierto en mí pero no en activistas por los derechos humanos, la justicia, la igualdad.

Punto ciego también en otras realizaciones. Las agendas por las “buenas causas” deberían ser las primeras en pensar “en cuclillas”, a la altura de los niños y niñas, de los derechos que debemos cuidar para ellos, y del respeto por el tiempo de su niñez y lo que cada etapa en ella permite preguntar, comprender, asimilar.

No termino de desanudarme y en eso mi hija menor llega a mi escritorio. Yo justo revisaba el material y en los segundos que me tomó cerrar la pantalla, su voz estaba en alerta: ¿qué dicen las niñitas con tanta rabia?, ¿por qué dicen fuck?, ¿por qué lo cerraste si es para niños?

Trato de explicarle algunas cosas acorde a su edad, y que en realidad el video está pensado para que los grandes entiendan algunas cosas y cuiden mejor a las niñas, y también a los niños (eso fue mi agregado). Me liquida con un: “¿Y entonces por qué no piden eso los grandes a los grandes, entonces?.

Llega unos momentos más tarde mi hija mayor (recién en estas latitudes). Luego una colega querida. Ambas, antes de decirles nada, comparten las mismas aprensiones sobre el video. ¿Por qué no lo hacen sólo activistas adultas?, ¿Dónde queda el cuidado, el consentimiento, el respeto por el tiempo de la niñez de esas niñas?, preguntan. 

Definitivamente punto ciego, quizás sin intención ni doblez, pero punto ciego al fin. Por eso, más allá del sentido que tenga en este escrito, no querría volver a ver ese video. Sin ningún ánimo de apoyar su difusión, aquí comparto  enlace de la campaña para que puedan verlo con calma.

Observarán que no incluye un disclaimer o aclaración sobre puntos relativos a la autorización de las niñas a participar (y si lo pensamos, más cuidado se señala por los animales, al final de películas o comerciales), ni sobre el carácter adulto del material, o eso me pareció (inadecuado para niñas y niños pequeños, al menos). Tal vez se dio por entendido. Tal vez no hubo tiempo; o sólo hubo impulsos. Arrebatos.

Detenerse un momento. Cómo llegamos aquí. Cuál fue el territorio salvaje –dentro y fuera del alma- donde la grieta comenzó, miles de años atrás, y uno y otro lado de esa grieta, del peligro de no poder ser nosotras y nosotros mismos. El libro tan antiguo de nuestros despojos. Cuerpos de niñas, cuerpos de niños, la última pieza de madera en una muñeca rusa mayor, millones de ellas en la tierra, mujeres, hombres, las capas y edades que nos habitan, la vía subterránea donde vuelan aves o se estrellan aviones contra rascacielos y dejan cenizas irreconocibles. Todo. La herida moral (y física, sexual, emocional, relacional) de un orden que puso a unos cuantos hombres por encima de todos los demás seres humanos: de la totalidad de las mujeres y de muchos otros hombres también.

Cuánta separación y abandonos hemos vivido bajo la regla del padre, del sacerdote (el patriarcado) y agregaría una suerte de tesorero también… la dificultad que arrastramos, como colchones azules que también se pierden en puntos ciegos, sin que lleguemos a ver el estar juntos, juntos en esto: llevando, en distintos momentos, los colchones, féretros, o tristezas de unos u otros. También las esperanzas. Y no se puede a dos manos, solamente. Son más las que necesitamos, siempre más.

A pesar de todo, aunque no sean todavía suficientes, o no podamos verlas con nitidez, son siempre más.

 “In days to come, when your heart feels undone, may you always find an open hand” — Deb Talan

“Into open hands, blessings fall” – Steve Crandell


 

Fotografía del título: Seno Otway